De todo un poco y de nada mucho


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8/5/16

La pluma.

Una pluma. Chiquita, blanca, inertemente descansa en el piso de la cocina.
Inadvertida e irrelevante a nuestros ojos.
Inofensiva, uno podría pensar.
Mas no para él.
En cuanto la ve se siente desconfiado, amenazado incluso.
Ese ente extraño y desconocido no es de fiar. En este mundo casi todo resulta diferente a lo que parece.
Se acerca despacio, observándola. En ese momento la pluma se mueve apenitas, impulsada por alguna pequeña corriente de aire. Él salta del susto y emite un quejido.
Entonces me aproximo y le digo con voz suave y librada de toda burla que no hay razón para tenerle miedo, es apenas una pluma.
Él da dos pasos hacia atrás, con pánico en su rostro. No, no lo convenzo.
Aún cuando me ve tomarla entre mis dedos, ponerla en la palma de mi mano, decirle sonriente "ves? no te hace nada". Él sigue retrocediendo y veo que asoma el llanto.
Me da gracia y a la vez ternura que le tenga miedo a una pluma. Recuerdo aquello de que no hay que perder la capacidad de asombro.
Ahora de grande y con tantas cosas tomadas por obvias, aprendo con él asombrándome de sus asombros.
Es casi mágico. La mejor máquina del tiempo.

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