De todo un poco y de nada mucho


Este blog ha sido creado en honor a todos los pastiches del mundo.
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Gracias.



9/5/09


Cuando era chiquita (edad comprendida entre los 0 y los 6 años) admiraba a mi papá, como todos los niños, pero en particular admiraba sus dibujos.
Me encantaban sus dibujos.
Todo surgió un día en que me dibujó una bruja: era la cara de la bruja, de perfil, con rasgos similares a los de mi abuela (coincidencia?), una nariz prominente de la cual nacía un lunar con pelos, la pera torcida, las arrugas en detalle, era una bruja perfecta, lúgubre, que daba miedo.

Entonces empecé a pedir con insistencia (cuando yo pido algo es con insistencia, sino no lo pido), que me dibujara una princesa.
Mi papá se hacía desear. Pasaban varios días, semanas incluso, yo meta pedirle que me dibujara una princesa. Hasta que por fin se sentaba, lapiz y papel en mano. Mis ojitos brillaban espectantes. Él empezaba su laborioso trabajo sin dejarme ver el avance. Cuando me mostraba el resultado, era siempre el mismo: una bruja de perfil.
Me daba mucha rabia. Me ponía malísima y volvía a insistir con que quería una princesa. Eso divertía mucho a mi padre.
Mi tarea de insistir volvía al comienzo.

Y así se repetía el ciclo: yo meta insistir con la princesa, mi padre dibujando brujas.
A veces la bruja estaba volando en una escoba, a veces parada al lado de un gato, y sino la famosa bruja de perfil. Llegué a tener una colección de brujas en diferentes tamaños y hojas (servilletas, cuadernos, libretitas, papel higiénico).

Un día... como pasa con todo... me rendí.
Ya no le pedí más princesas ni brujas ni nada.
Y entonces... como pasa con todo... fue mi padre quien vino a mi, ofreciéndose para dibujarme una princesa.
Creo que eso ya me enseñó una importante lección.

Pero la siguiente y que más me marcó, fue ver el esfuerzo que puso mi padre por hacerme el dibujo de una princesa tal como yo reclamaba.
Hizo lineas auxiliares, marcó referencias, se apoyó con el lápiz de mil modos, y el resultado iba quedando realmente horrible.
Al final, tras mucho sudor y goma de borrar, me entregó la lámina con un poco de verguenza en los ojos. Yo igual sonreí, al recibir la princesa más fea jamás dibujada.
Fue así que me di cuenta que mi padre sólo sabía hacer brujas.
Capaz que lo había aprendido a hacer paso a paso y por eso le quedaba tan bien. Pero era lo único que sabía realmente dibujar.
Y entendí que las veces que me hizo rabiar, no es que no quisiera dibujarme una princesa... es que no sabía cómo hacerla.

6 comentarios:

Jota dijo...

no sé lo que es 'pastiche', pero en fin...
gracias por pasar

chica pastiche dijo...

es fácil... googlealo

alejandro dijo...

parece que en los días previos a que yo naciera, mi papá hizo un Sol, alcochadito, de unos 30 cm de diámetro. Hay fotos que lo muestran cosiendo a máquina, recortando los que serían los ojos, la boca.
También conservo una madera en la que por esos días, según me cuentan, el talló mi nombre. En realidad no talló mi nombre, sino el fondo, de modo que mi nombre queda en relieve.

Durante casi 20 años esos dos objetos fueron las únicas pruebas de que mi papá había existido, que me había querido. De algún modo esos dos objetos, un cacho de madera y un cacho y un cacho de tela, fueron mi papá durante mucho tiempo.

Cuando retomé contacto con él, se lo dije. Yo ya era grande y podía hablar de esas cosas. Fue en un café a más de 5000 kilómetros del lugar en donde él cosió a máquina un sol naranja. Creo que no entendió mucho de lo que le dije...

¿guardás tu colección de brujas?

Revolución En Los Corazones dijo...

me dio pena tu papá, qe tierno ^^

chica pastiche dijo...

ale, tu historia de dejó pensando mucho.
no se bien en qué... pero me dejó pensando, que no es poca cosa ;)

alejandro dijo...

siempre es bueno quedarse pensando; sobre todo si uno no sabe bien en qué. Algo de eso hace mi psicóloga cuando en lo mejor del asunto, cuando se empieza a atorar la garganta de tantas palabras que brotan como petróleo, me dice bueno, ¿dejamos acá? y yo que , que por supuesto, y de ahí a la calle a seguir dándole vueltas al asunto, hasta olvidarme, hasta no tenerlo presente...
Quién sabe... quizás pensar sin saber en qué nos lleve a lugar que no sabíamos que existían...