Sonó el teléfono y rompió el silencio de la mañana. Era el abogado. Me comunicó que estaban prontos los papeles de divorcio, así que debía ir cuanto antes a firmarlos.
Al cortar me hundí en un mundo de recuerdos. Flashes que iban y venían por mis pupilas. Me sentí triste, pero no entendí muy bien la razón. Hacía ya cuatro años que estábamos separados. Él incluso se había vuelto a juntar y yo por mi parte tenía otra pareja hacía ya tres años.
Sin embargo, la noticia del divorcio era como el punto final. Ya no más peleas, no más encuentros para resolver temas engorrosos, no más lazos de ningún tipo. Ya no habría nada que nos mantuviera conectados, sólo un recuerdo en común de un pasado acabado.
Al día siguiente fui hasta la oficina del abogado. Me entregó una carpeta con todos los archivos y documentos, y había adjuntado un álbum de fotos grande, con tapas duras de seda celeste. Tenía las fotos de nuestro casamiento. Cómo le llegó al abogado? No lo recuerdo, tal vez se lo di yo misma, hace tanto que empezó todo esto…
Las fotos reflejaban la alegría de un momento efímero. Las miré rápidamente, pues no quería seguir atada a un sentimiento ya extinguido. Ahí estaba congelado un momento que ya no volvería, congelados estaban los amigos, la familia, nosotros mismos. Me veía linda en mi vestido blanco. Me detuve a pensar en mi sonrisa, no era una sonrisa muy feliz… tal vez era un augurio de lo que vendría.
Firmé los papeles y volví a mi casa. Todavía tenía que firmarlos él y luego nos volveríamos a encontrar en una última reunión para dejar todo terminado.
El jueves a la mañana me levanté temprano. Era el día. Lo vería por última vez. Me sentía un poco nerviosa. Hacía mucho que no lo veía. Llegué puntual a la oficina del abogado. Él ya estaba ahí. Nos abrazamos con un abrazo cómplice. Ninguno dijo nada, pero ambos sentíamos lo mismo: fracaso, frustración, rencor, cariño, un batido de sentimientos.
El abogado nos entregó todos los papeles, firmamos lo último que era necesario y listo. Ya estaba terminado. Estábamos divorciados.
Salimos juntos de la oficina, callados los dos, cada uno encerrado en sus propias conclusiones. Mirando nada más que el piso, comenzamos a caminar. Íbamos juntos pero totalmente separados.
Un par de cuadras más adelante él rompió el silencio. Me invitó a tomar algo para conversar. Entonces me senté en la entrada de una casa que por casualidad estaba ahí en ese momento. Lo miré y con un suspiro de rendida le dije que no tenía sentido. Conversar? De qué? Abrí la carpeta que me había entregado el abogado minutos antes y le conté sobre el álbum de fotos. “Parece que lo hubiera dejado acá a propósito. Para que recordáramos lo que nos prometimos hace tanto tiempo atrás”. Lo abrí justo en mi foto preferida, esa en donde se notaba mi hermoso vestido blanco y mi sonrisa de MonaLisa.
Insistió en acompañarme a casa, así que seguimos caminando juntos. De a ratos yo lo miraba de reojo, y pensaba cómo pudimos llegar a estar tan lejos. Él era todo lo que yo una vez quise. Ahí estaba, igual que siempre, el pelo castaño y un poco revuelto, la barba apenas asomando, su camisa blanca… la misma de siempre?
Una vez en casa lo invité a subir. Nos sentamos en la terraza y le ofrecí un café y unos grisines integrales que encontré en el placard.
Nos pusimos a charlar, siempre serios, era obvio que los dos estábamos pensando en lo mismo, pero no queríamos decirlo: qué pena que todo terminó así… éramos lindos juntos. Podríamos intentarlo de nuevo? No… no… para qué? Ya sabemos que no funcionó. Pero por qué no funcionó? Ya te perdoné las cosas que me hiciste mal. Ya olvidé aquello que me molestaba de vos. Podríamos volver a lastimarnos una y otra vez, no tiene sentido. Tendrá hijos ya? No me animo a preguntar. No creo que los tenga. Y por qué se quedó acá a conversar? Ya es libre, que se vaya con su nueva mujer. Pero no quiero que se vaya. Se siente bien su compañía…
Me levanté a buscar más café, y en eso llegaron mis padres de visita. Al momento él se levantó como un resorte, y vino corriendo a la cocina. Se sentía incómodo con la idea de que mis padres lo vieran ahí. Me abrazó en señal de despedida. El último abrazo, y luego se fue.
(16.12.07)
13 comentarios:
Uf, se tendrían que haber reencontrado. Sin dudas. Estoy harta de la pelutudes, he dicho!
ah, lindo relato. me encantó cómo está escrito!
quién sabe Marina, quién sabe...
(Suspiro)
(Suspiro empático)
U. Una piedra laja horizontal que no deja la garganta.
Los hombros en llanta.
El televisor me adelanta.
Ojalá hoy fuera una planta.
Pero además de eso, ES LEY QUE NADIE CAE DE VISITA EN LA CASA DE UN SOLTERO/A, PADRE, MADRE O TUTOR.
Fuck!
Ni el estómago canta
julián, julián, julián, julianero; cada cual, cada cual que atienda su juegoooo ...
no sé porq, pero me inspiraste esa canción.
que la disfrutes.
Okey.
el último abrazo, cuanto encierra ese gesto...
suspiro...
suspiro nostalgico...
...ahh... ojalá que existiera ese botón de "reset", sería tan útil...
Que sutileza grandiosa la de los grisines integrales!!!!
Publicar un comentario