De todo un poco y de nada mucho


Este blog ha sido creado en honor a todos los pastiches del mundo.
Bienvenidos y no olviden dejar sus zapatos en la entrada.
Gracias.



24/7/23

 A veces te extraño mucho.
Tanto que se me escapa la extrañitud por entre los poros y se traduce en mal humor, en tristeza mezcla enojo, en imparable ansiedad.
Te extraño de un modo extraño porque es en parte costumbre y modo de vida, aceptación. Es así y así ha sido siempre.
Pero hay épocas en que se hace más evidente y la rutina que nunca fue me lo recuerda.
Entonces tu falta ocupa las sillas, el sofá y la mesita de café. Me ocupa la cama, usa mi almohada y me destapa de noche.
Es curioso cómo hay ausencias que pueden llenarlo todo.


25/3/20

Mi abuela.

Me gusta ir a la casa de mi abuela porque me deja hacer todas las bandideadas que quiera y me da ositos gummie aunque sea la hora de almorzar.
Jugamos a miles de juegos. Hay uno que me gusta mucho que es de los monstruos, mirá: nosotros nos escondemos en una guarida y cuando los monstruos se acercan los atacamos con almohadones que son rocas y gritamos re fuerte para que se asusten. Hacemos pila de relajo y después ni siquiera tengo que ordenar. A mí no me gusta ordenar porque me canso muchísimo ordenando.
Mi abuela cuenta los mejores cuentos. No sé cómo hace para inventar esas historias, que ella dicen que son verdad pero yo sé que las inventa porque siempre aparece algún héroe y dragones y mamá ya me dijo que no existen en la realidad. Mis cuentos favoritos son los de dinosaurios. Ahí yo la ayudo porque ella no se sabe los nombres de ningún dinosaurio y yo sí, me los sé todos. Está el Estegosaurio que me gusta mucho porque tiene como unos pinchos para defenderse de los carnívoros y está el Rex que es mi favorito porque es el más feroz. Yo cuando me transforme en muy grande voy a estudiar todo de los dinosaurios y voy a encontrar muchos fósiles que son sus huesos.
También miramos televisión hasta tardísimo, hasta que me quedo dormido en su cama. Al otro día me lleva el desayuno a la cama y me hace huevo revuelto, que es lo más rico que hay, nunca me aburro de comer huevo revuelto.
Cuando llega mi mamá a buscarme, siempre me pregunta qué hiciste con la abuela, pero yo no le cuento nada porque es nuestro secreto. Me río bajito y miro a mi abuela que también se ríe. Le doy un abrazote y le mando bolsas de besos. Me gusta mucho ir a la casa de mi abuela.


20/3/20

helado de vainilla

Al principio se le hacía imposible hasta levantarse de la cama. No encontraba razones, más allá de hacer callar al maldito despertador.
Su vida no pasaba de una rutina obsesiva.
Desayunaba siempre en calzones, sentado en una silla alta y apoyando el café en la fría mesada de granito rojo, la vista fija en algún detalle de la cerámica.
Su vida transcurría así, sin gracia, como helado de vainilla.
Había pasado tanto tiempo que ya no recordaba cómo ni cuándo había empezado todo.
Los recuerdos se le hacían borrosos, confusos, eternos.
Ella se había ido, sí, eso lo tenía claro, pero ¿cómo había sido la charla? ¿quién había dicho las palabras que finalmente habían terminado con un golpe de puerta?

Ya va a pasar, le decían todos. Pero seguía esperando.
Mientras esperaba recordaba sus besos y sufría, silencioso, comiendo tostadas secas para ver si le ayudaban a sacarse el recuerdo.



18/3/20

Travesuras.

Cómo me gustaría recordarlo todo, lo que pasó ese día. Repasar cada diálogo, revivir las miradas y los gestos. Cómo quisiera recordar los olores, sentirlos de nuevo, erizarme con ellos. Vibrar otra vez con cada sonido, sentirlos de nuevo dentro de mí. Hayarme otra vez en aquel lugar rodeada de todo, bailando y gritando.
Cómo lo extraño y no lo sabía. Pensar que hasta ayer no lo sabía.
Ahora otra vez acá, entre silencio y oscuridad. Un nudo en el pecho, el llanto callado.
Aburrimiento y monotonía. 
Nada de esto es natural.

Se sentía el más bonito. El más verde y brillante de la tienda.
Pero no era suficiente, nadie lo elegía nunca.
A veces le faltaban mangas, a veces le sobraban pliegues. A veces no era suficientemente largo, otras no tan corto como debiera.
Lo cierto es que allí se pasaba los días, colgado en aquella percha, siendo visto, tocado, probado, pero nunca elegido.
Vivía desolado y no pudimos explicarle jamás, que no era culpa suya, pobre vestido!

Sucedió el día menos esperado.
Alguien lo tomó, lo probó, lo acarició y finalmente lo eligió.
Fue el día más feliz de su existencia! Cuando llegó la noche tuvo el privilegio de ser lucido en una fiesta maravillosa. La más maravillosa que había visto jamás. La única, en realidad, pero seguro que era la más increíble.
Todo fue perfecto, sus volados se agitaban con la música, su seda respondía al brillo de las luces.
De pronto, sin aviso y de improvisto, se llevó un chapuzón burbujeante. Alguien empujó al mozo, o eso es lo que imaginamos, una copa voló en su dirección y terminó ensopado pobre vestido, humillado y con olor a clericó.
Fue su primer y última salida. Desde entonces cuelga en una percha dentro de un placard oscuro, con la sola companía de algún bichito de humedad.

9/3/20

Perfecto.

Hacía mucho calor. Era un verano largo y cada día se le hacía más difícil estar ahí arriba.
Lo que había comenzado como un trabajo de pocas horas ya se había prolongado tanto que era difícil imaginar el fin.
No se trataba de algo sofisticado, sin embargo su perfeccionismo nato no le dejaba terminar la tarea.
- Tiene que ser perfecto - le repetía una vocesita en su interior, mientras el cielo azul y el sol rajante le discutían.
Empezaba a resultar insoportable, pero ya no tenía salida. Literalmente, no tenía por dónde salir. Es que en su obsesión, no lograba el modo perfecto de hacer la puerta.

24/10/18

Lo busqué. Busqué conquistarlo de todos los modos posibles. Empecé de a poco, ganando su atención con pequeñas cosas. Fui sumando gestos, actitudes, palabras. Un día estaba adentro: había logrado su confianza, su cariño, su interés.
Cuando estuvo entregado, y ya era mío, cuando había logrado que diera vuelta el mundo por mí, cambié mi estrategia.
Me volví arisca, impertinente y porfiada.
Me hice odiar casi compulsivamente. Lo lastimé, por dentro, por fuera y un poco en el centro.
Lo humillé de varias formas y colores.
Después de un tiempo, como era previsible, se cansó y se fue. Triste y agotado. Desilusionado también.
Ahí fue cuando por fin me enamoré.

31/12/17


- Él no es para vos - me dijo mientras pagaba la cuenta, poniendo de ese modo fin a la charla.
Quise rebatir la afirmación, no podía quedarme callada:
- Y vos cómo podés decir eso? Si ni siquiera lo conocés!
- Pero te conozco a vos. Sé decir cuando alguien te completa y cuando no.

Odio cuando me habla de ese modo, como si conociera cada vericueto de mi cabeza.
Y tan confiado de sus palabras, se pone la chaqueta y se acomoda el gorro.

- Me parece que estás diciendo cualquier cosa - discutí yo, cual manotazo de ahogado, porque en realidad es una frase hecha que utilizo para refrenar al otro. (Es que a nadie le gusta que le digan que está diciendo cualquier cosa).
Sin embargo esta vez no funcionó. Él no se volvió a sentar, y me quedó mirando desde su posición erguida, con esa soberbia en los ojos (cómo me fastidia).
Le hubiera tirado el café en la camisa, si de ese modo lo hubiera hecho sentar, pero ya no quedaba café en la jarrita.

- Te enojás porque sabés que tengo razón.
- Me enojo porque te CREES que tenés razón, pero no. Para que sepas, él es muy parecido a mí, tiene mi forma de ser. Nos gustan las mismas cosas, vamos a lugares comunes y pensamos lo mismo de casi todo. En fin, somos iguales...

No llegué a terminar la oración. Había captado el punto.
Él no dijo nada. Me miró, simplemente, y dejó escapar una sonrisa que lo significó todo.
Él lo sabía y yo también.

Salí del café y marqué por última vez aquel número en mi celular.

22/2/17

Cosas

Y así de un guantazo se termina un momento, el pasado que venía prolongándose hasta ahora.
"Son sólo cosas", me dice, pero no me convence. Cada una de esas cosas alberga un puñado de recuerdos que ahora sí se van yendo. Son cofrecitos, cada una, guardando memorias y anécdotas. Puertas que se cierran adentro mío. 
Me doy vuelta y me alejo, de todas esas cosas, de todo ese pasado.
Una mochila gigante que queda colgada ahí, en ese cuartucho de bloques y techo de chapa.
Como dejar parte de uno, decirle chau que te vaya bien y seguir el rumbo.
Sentimientos que una vez fueron lindos, ahora tan llenos de polvo y cagadas de ratones.

Cuando uno extraña un cosa, lo que realmente extraña es la época que corresponde a esa cosa; no se extrañan las cosas, sino los tiempos.


8/5/16

La pluma.

Una pluma. Chiquita, blanca, inertemente descansa en el piso de la cocina.
Inadvertida e irrelevante a nuestros ojos.
Inofensiva, uno podría pensar.
Mas no para él.
En cuanto la ve se siente desconfiado, amenazado incluso.
Ese ente extraño y desconocido no es de fiar. En este mundo casi todo resulta diferente a lo que parece.
Se acerca despacio, observándola. En ese momento la pluma se mueve apenitas, impulsada por alguna pequeña corriente de aire. Él salta del susto y emite un quejido.
Entonces me aproximo y le digo con voz suave y librada de toda burla que no hay razón para tenerle miedo, es apenas una pluma.
Él da dos pasos hacia atrás, con pánico en su rostro. No, no lo convenzo.
Aún cuando me ve tomarla entre mis dedos, ponerla en la palma de mi mano, decirle sonriente "ves? no te hace nada". Él sigue retrocediendo y veo que asoma el llanto.
Me da gracia y a la vez ternura que le tenga miedo a una pluma. Recuerdo aquello de que no hay que perder la capacidad de asombro.
Ahora de grande y con tantas cosas tomadas por obvias, aprendo con él asombrándome de sus asombros.
Es casi mágico. La mejor máquina del tiempo.